La fábrica de Río Blanco llegó a emplear a casi mil setecientos trabajadores y, como todas, tenía establecidas largas jornadas de trabajo, condiciones laborales inhumanas e injustos salarios, situación que comenzó a disgustar a los obreros, quienes decidieron organizarse para protestar.
La lucha obrera, dirigida desde la clandestinidad por el Partido Liberal Mexicano, presidido entonces por Ricardo Flores Magón, poco a poco creció y las autoridades empresariales comenzaron a servirse de medios represivos para detenerla: detenciones, encarcelamientos y destituciones de los líderes obreros; las tensiones laborales provocaron un intento de huelga que no prosperó, seguido de un paro patronal a mediados de diciembre de 1906. Los obreros solicitaron la intervención del presidente Díaz, pero la resolución de éste no les favoreció y se ordenó que las labores se reanudaran el 7 de enero de 1907.
Ese mismo día, cerca de dos mil obreros se amotinaron en protesta fuera de la fábrica, y la rebelión comenzó; saquearon la tienda de raya, liberaron presos y provocaron el incendio de las instalaciones.
La lucha continuó algunos días, hasta que, para aquietar el movimiento, se llevaron a cabo fusilamientos y fueron saqueadas las casas de los obreros para recuperar parte de los “hurtos” que estos habían realizado.
Finalmente, la paz fue restablecida y los obreros perdieron su derecho de huelga; este hecho, junto con la Huelga de Cananea, Sonora, provocó que el gobierno de Díaz fuera perdiendo credibilidad.
La Huelga de Río Blanco es considerada uno de los movimientos precursores de la Revolución Mexicana, y Río Blanco, Veracruz, la cuna del movimiento obrero mexicano.
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